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MALDITAS INCONSCIENTES por ITZIAR ZIGA


Desde siempre he buceado en todo tipo de prensa y televisión en busca de feministas. Te gusta una actriz, una cantante, una escritora... El mundo rebosa de mujeres espléndidas. Y alguien la entrevista. Entonces, suelta una insensatez del tipo «no soy machista ni feminista, creo en la igualdad», y transitas un duelo pequeñito. O grande, según quién sea ella para ti. Sabes que no podrás seguir adorándola. Y te rabia que la propaganda antifeminista aún surta efecto. Pero tantas otras veces, una afirmación destella entre todas sus respuestas. Así supe que Deborah Harry, Paulina Rubio, Lady Gaga se manifiestan feministas. Rocío Jurado exclamó: yo soy feminista, porque ser feminista es defender a las mujeres. Inolvidable la silueta de Beyonce, en los premios MTV, recortada ante una pantalla enorme que gritaba Feminist. Palpitante el discurso en la ONU de Emma Watson. Madonna lo ha tenido siempre claro, ¡que nadie vuelva a intentar que renuncie a ella!

Recuerdo con nitidez la primera vez que vi a Ana Curra. Yo era una cría adherida a la tele como una ventosa y ella emergió cual diosa gótica cantando “Quiero ser santa”. Hace poco leí estas palabras suyas: «Nos llamaban brujas, putas y zorras. Era muy joven, había ese morbo de epatar a toda esa gente mayor que pretende que, porque eres mujer, le debes algo. No he tenido que luchar en el mundo de las feministas porque consideraba que lo tenía ya superado». Me maravilló. Y comprendí algo que siempre he intuido: hay mujeres que encuentran atajos. 
Sin una trayectoria de lucha colectiva, ni siquiera estaríais leyéndome. Todo lo que hemos conseguido, que es muchísimo aquí y ahora aunque falte tanto, incansables aunque también geoestratégicamente privilegiadas, lo hemos logrado juntas y con un plan. Pero siempre hubo mujeres y otras parias de género que hallaron desviaciones, variantes, veredas de gloriosa liberación. 
Hay mujeres que cogieron atajos. Seguramente dirán que lo suyo fue una deriva intencionada. Con sus curvas y laberintos. Hay mujeres que encarnan atajos y muchas de ellas habitan nuestra memoria, los álbumes de nuestra familia. Y a menudo esos atajos somos nosotras mismas.

Artículo compartido del diario Gara